lunes, 28 de junio de 2010

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Por: Pablo Méndez


El proyecto (HR-4665) “Ley de reforma a las restricciones a los viajes y promoción del comercio”, cuyo promotor es el senador Collin Petterson, cuenta con el apoyo de algunos congresistas de los partidos Demócrata, y Republicano, además de varias ONG, a cuyo cabildeo se ha sumado el beneplácito de 74 opositores cubanos.
Asimismo, aunque respeto la decisión de los hermanos opositores, si quiero manifestar mi total desacuerdo a que Cuba sea expuesta como un “parque antropológico”, donde los turistas fisguen a través de sus gafas a seres humanos, enjaulados, y al mismos tiempo, despojados de sus derechos que aguardan por las supuestas buenas voluntades de la opinión publica mundial para lograr liberarse del yugo totalitario. No obstante, a mi juicio, no creo que el turismo represente una herramienta para incitar revoluciones, al menos las argumentaciones expuestas no me convencen.
De mismo modo considero que la oposición militante en Cuba—amén de las opiniones encontradas—se han embestido como toros, por la sentencia tomada a ultranza por este grupo de firmantes, y en consecuencia, tales desacuerdos beneficiarán más a la dictadura con las fragmentaciones y ataques intestinos dentro del ámbito anti-castrista, que todas las millonadas que puedan ingresar a las arcas del régimen a través del turismo norteamericano. También hay que reconocer que los votos que favorecen a la dictadura en la asamblea general de la ONU, y la CDH en Ginebra, representan a gobiernos cuya anuencia está integrada por una asociación anti-norteamericana que nos identifica como “mercenarios” al servicio de EE UU, gracias a las campañas mediáticas llevadas a cabo por el régimen.
En Cuba, hoy por hoy, existen las condiciones objetivas y subjetivas para que la dictadura se vea forzada a hacer reformas. Las opiniones callejeras descalifican a los dirigentes actuales, el desarme de las pasiones va in crescendo—y hoy por hoy—la “necesidad” y el “miedo” se aproximan al cruce. Pero si la oposición no se integra en un solo frente, con seguridad la dictadura seguirá perviviendo, y cito como ejemplo, a Polonia, donde el Sindicato Solidaridad llegó cuadruplicar la cantidad de militantes comunistas, pero los polacos en su lucha por librarse del totalitarismo sólo reconocían dos bandos: “ellos y nosotros”.
Del mismo modo quiero ejemplificar que las únicas ocasiones en que la dictadura se ha visto en aprietos y ha tenido que otorgar concesiones, fue en el año 1994 cuando la intifada conocida por “Maleconazo”, y ahora, más recientemente con la desafortunada muerte de Orlando Zapata, la huelga de hambre de Guillermo Fariñas, y las jornadas de la Damas de Blanco. Sin embargo, por ningún concepto, estas causales puede atribuirse al levantamiento por parte del presidente Obama de las restricciones a las visitas familiares, remesas, más los intercambios científicos y culturales, cuyas medidas otorgan al régimen limpiamente el 25% de los ingresos a través del gravamen impuesto al dólar, y en cuanto a los intercambios culturales, se ha evidenciado que los artistas cubanos pueden ir a EE UU, clamar a viva voz por la libertad de los 5 espías, sin embargo, sus colegas cubanos-americanos no pueden exponer su arte en nuestro país, y mucho menos, pedir conjuntamente la libertad de los presos políticos.
También asoma por entre las rendijas de la ley, el comercio alimentario entre Cuba y EE UU, el cual funciona sin restricciones según las estadísticas que me han llegado por http://www.census.gov/, donde se informa que la comercialización entre ambas naciones superó los intercambios que mantiene EE UU con otros 145 países—salvo—que Cuba tiene que pagar cash (China y Venezuela se encargan de ello) los volúmenes de mercaderías que adquiere libremente a través de los agroindustriales estadounidenses, no obstante, si el gobierno norteamericano desea incorporar su nombre a la lista de los que esperan porque Cuba le pague sus deudas—a pesar—de que el régimen castrista en más de una ocasión, ha abogado por una “huelga de deudores”, es un problema netamente de su gobierno.
En cuanto a la ley en proyecto (HR-4665) considero que es una cuestión muy soberana del gobierno de EE UU y su pueblo, y a fin de cuentas los cubanos debíamos sacar las narices del potaje—y sea cual fuere la decisión—respetarla, puesto que albergo la opinión de que nuestras banderas deben ondear en las orillas de sus respectivos países, con mutuo respeto a las soberanías de sus pueblos— ¡ahh!—y en cuanto a la liberación de Cuba, estoy convencido que se logrará con sayas y pantalones, pero no con cabildeos.

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