lunes, 14 de diciembre de 2009

Verdugos de taxis por: Pablo Méndez




Pedro y su esposa fueron invitados a cenar por un amigo y su cónyuge que viven en el exterior, ambos matrimonios departieron animosamente, hicieron una sobremesa hasta la madrugada y de “puta madre” como dicen los españoles. Al concluir la tertulia decidieron reunirse en breve, y tomaron un taxi turístico que los trasladó al hotel Riviera. Tras apearse, los visitantes le pagaron una prima al taxista para prolongar el recorrido hasta casa de sus amistades. Entonces con prontitud el vehículo tomó la avenida Paseo, dobló a la derecha en el semáforo, y a pesar de hallarse despejada la vía, el “chofe” mantuvo la velocidad por debajo del límite establecido.
Al aproximarse a la calle 6 un policía avanzó hacia el centro de la avenida y le hizo gesticulaciones para que detuviera el auto, al instante Pedro fisgoneó la zona y se inquietó porque el patrullero estaba colocado en un recoveco oscuro. El taxista obedeció, abrió la puerta, descendió del automóvil, y caminó hasta aproximarse al lugar donde lo esperaba el agente. Entretanto, Pedro observó la escena, creyendo que había una discusión, pero no escuchó ni una palabra porque la plática se mantuvo en voz baja. Finalmente, después de un breve estrechón de manos, concluyó el intercambio, y el chofer retornó al timón, arrancó y partió.— ¿Por qué te multó?— preguntó Pedro—Tu venias manejando correctamente, y yo tenia puesto el cinturón de seguridad— ¡Ah chico!—contestó el taxista— A los policías hay que pagarles, sino acaban contigo y te retiran la licencia por puntos. Yo caí en ese bache hace tres meses, y mi familia por poco se muere de hambre—por tanto—pagaré lo que sea para que me dejen tranquilo, tenemos que subsistir en un mar lleno de tiburones—

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