lunes, 1 de noviembre de 2010

Las tribus urbanas

Por: Pablo Méndez
“La nueva sociedad tiene que ser cerrada, autárquica, que secuestra a los habitantes con prohibición de salir, de viajar al extranjero, para evitar el peligro de que regresen contaminados por esos contactos con sociedades sucias”.
Jean-Françoise Revel
Tras la caída del muro de Berlín, el desplome soviético, el fiasco de Castro en sus intentos por convertir a Cuba en una sociedad cerrada como la de norcoreana, el Maleconazo, y el éxodo masivo del 94, el señorío totalitario tuvo que consentir la alternativa de abrir las puertas a los inversionistas extranjeros para evitar la bancarrota—y a través del capital mixto—las lupas de los agentes se centraron en los dividendos que aportaría la industria turística de un país cuya naturaleza fue premiada por Dios; con playas, paisajes, además de un clima envidiable—sin embargo—la tarea de atrapar la atención del turismo internacional y hacer rentable dicha gestión, demandó desde el principio echar abajo aquel púdico cercado perimetral establecido por un socialismo incorruptible—y sin dudas—la perspectiva para multiplicar la utilidades y embolsarse las ganancias a lo fifty-fiity, enfilaron sus miras hacia una jungla sexual inexplorada y repleta de negras; criollas, mulatas, lesbianas y homosexuales, que con sus revoltijos eróticos harían crujir las camas de sus clientes.
Súbitamente el entorno social dio un vuelco sorpresivo. En un abrir y cerrar de ojos, el país fue “dolarizado”, y desde entonces los ciudadanos cobraron el derecho de ingresar a las shooping y adquirir libremente aquellas mercaderías que sólo eran consignadas a los extranjeros—salvo—que para rebautizarnos de consumistas, los cubanos debíamos agenciarnos “el fula” y tácitamente se produjo una estampida desde las fábricas; talleres, hospitales, escuelas, universidades, y todo empleo que apestara a “moneda nacional”—y con rapidez—dicho ejército de desertores se transformó en cuentapropistas; arrendatarios, jineteras, bisexuales, proxenetas, estafadores, traficantes de drogas, policías corruptos, y por vías de hecho nuestra sociedad que se suponía fortalecida por tanto machaque ideológico se contaminó como un ente indefenso.
Asimismo, la generación nacida en las lindes del cambio, comenzó a gozar de todo lo negado a sus predecesores, puesto que podían masticar chicles, comer chocolates, vestir a la moda, poseer electrodomésticos, comer mejor—sin embargo—gozar de tales prerrogativas demandaba un precio, y dicho costo se engastaría en la degradación moral que enseguida penetró por la mismísima puerta delantera de los hogares, y los jóvenes fueron creciendo al tiempo que también percibieron en vivo y en directo el marcaje diferenciado de una sociedad que se tornaba hostil. Mientras tanto, la praxis les enseñó que esforzarse para estudiar y obtener un título profesional o adquirir las habilidades de cualquier oficio con la poster intensión de trabajar y agenciarse un futuro más prospero y más incentivado constituiría para muchos un error garrafal, puesto que cualquier empleado de las llamadas shhoping, o el sector turístico en general, mediante su “trapicheo” ganaba mucho más dinero que cualquier universitario u obrero de alta calificación.
Entonces, el facilismo, más el contacto con la agresividad del medio, entronizó la pervivencia para salvar el socialismo—y como era de esperarse—desaparecieron aquellos formulismos éticos heredados de nuestros abuelos—además— por vía inductiva se impusieron las malas influencias, y lo expongo indistintamente …Puesto que todavía zumba en mis oídos la historia de un joven que cuidó de sus hermanitos en las noches, para que su madre saliera a ejercer la prostitución con el fin de traer en la mañana los “fulas” que agenciarían una economía más holgada a la familia… Y a guiso de conciencia, expongo que dicha historia que corre paralela a otras muchas, nos demuestran lo dañada que está nuestra juventud a consecuencia de las irresponsabilidades de los que se esfuerzan por salvar un sistema político en detrimento de las torceduras del tronco familiar.


La avenida de Los Presidentes o simplemente la calle G, como la mayoría de los habaneros la conoce, desde hace más de una década comenzó a calificarse como un lugar inseguro, puesto que en sus alrededores pululaban grupos de marginales identificados como los “rockeros”, cuyos adeptos frecuentaban el Club Tropical sito en las calles Línea y F en el Vedado—según fuentes anónimas—estos muchachos concurrían a este círculo para congregarse, y escuchar música afín, además de consumir bebidas alcohólicas, y estupefacientes—por cierto—tras concluir sus aquelarres liberaban sus pasiones protagonizando reyertas, inclusive, actos vandálicos entre los que se destaca la destrucción de la estatua de Richard Strauss erigida en el cuchillo de las calles Línea y 11.
Amén de las andanadas de quejas emitidas por los vecinos, que contribuyeron a tensionar aún más el ambiente de la franja vial, los jóvenes persistieron en concentrarse a lo largo del paseo, que en las mañanas, revelaba regueros de preservativos, vacios de medicamentos, botellas, y otras suciedades que bullían en los alrededores de las estatuas presidenciales, entretanto, el gobierno de la capital, muy lejos de hostigar estas concentraciones juveniles como hizo erróneamente en las década de los 60 con los llamados hippies, determinó aumentar la potencia del alumbrado público y al mismo tiempo procedió a cubrir la zona con ringleras de cámaras de vigilancias, incluso, desplegó destacamentos de policías encubiertos y uniformados para mantener el control de la zona.
Según los psicólogos, en el período de la adolescencia que antecede al fraguado de la personalidad, los púberos destapan tendencias a aglutinarse según sus afinidades, y por supuesto, a ello se suma el grado de inflexión en su rebeldía—según los entrevistados—las preferencias actuales son las siguientes:
“los Repas” En sus grupos predominan los negros, son ego-centristas, guapos, “ambientosos”, visten con reluctancia, son extremadamente chabacanos, gustan de asistir a los llamados “bonches callejeros”, sus preferencias musicales se enmarcan en el reggaetón, la salsa, el rap.
“Los miki” Son ostentosos, liberales, tienen la mente abierta, se manifiestan proclives a la moda metro-sexual, les gusta embellecerse, exhiben preferencia por la idiosincrasia europea, sus bandas preferidas son el house, la discoteca.
“Los Frikis” Descuidados, se hacen grelos, en su generalidad lucen tatuajes, y piséis, presumen de ser desagradables, son adictos a las drogas, también son análogos a los rockeros, hippies, y punkis.
“Los Emo” Son deprimidos, exteriorizan una marcada tendencia a la autoagresión, se pintan los ojos, gustan del pelo negro, se hacen peinados asimétricos (el bistec), suelen vestirse como los miki, se ciñen una malla en el antebrazo con el fin de tapar las cicatrices de las autoagresiones, la música afín es el punk.
“Los Dinosaurios” Son Frikies viejos, gustan de la música rock-metal, y son anticuados en el vestir.
“Los Vampiros” Se visten de negro—según ellos—se alimentan de sangre y energía cuando hacen el sexo, algunos se creen licántropos.
“Los Homosexuales” Se aglutinan frente a la cascada del Hotel Nacional, y por lo general concurren a fiestas clandestinas conocidas por “gay-show”—por cierto—para dicho fin, se habilitan teléfonos donde las contestadoras dan las coordenadas de los citados espectáculos, el más famoso fue el “Show de la casa de William” en las inmediaciones del parque Lenin, suerte de divertimento patrocinado por extranjeros y cuya entrada costaba 2 CUC, dicho Club sigue funcionando a pesar de haber sido desarticulado en varias ocasiones por la policía, incluso, cuenta con un servicio de taxis que parte desde el cine Yara y cobra 2 CUC por el traslado. Del mismo modo se efectúan otros gay-shows conocidos como “La fiesta de Lila”, o “La matiné dominical de “Milagros” que son celebrados en—21 y 4—9ª y H—y 13 y E—todos en el Vedado donde la entrada cuesta 1 CUC, y cabe citar que en dichos espectáculos se ofertan cervezas, refrescos, y bebidas alcohólicas. Además, también existen festividades autorizadas en el Café Cantante, y el Club Atelier, y tras concluir estas reuniones los jóvenes se marchan para continuar con sus andanzas en el Malecón o la cafetería de 23 y P en el Vedado, (y reitero que las fuentes me exigen permanecer en el anonimato).
Estadísticamente los jóvenes de la enseñanza media se agrupan en cualesquiera de las citadas “tribus” con la proporcionalidad siguiente: En las especialidades de técnico medio en economía, y gastronomía 80%, informática 90%, deportes 80%, artes 93%, y los pre en el campo 85%. En las universidades las tendencias más estampadas son: “Los miki” predominan en las especialidades de licenciatura en derecho, turismo, economía, estomatología, y lenguas extranjeras. “Los repa” en las licenciatura en farmacología y química, entretanto en el ISPJAE existe una miscelánea, pero en su mayoría son más abiertos. Sin embargo, los más bohemios son los que estudian filosofía, historia, artes y letras, matemática, física, medicina, y computación.
Debido a la desesperanza y el futuro incierto trazado en la isla—tres jóvenes consultados—ven en la inmigración la única formulación de superar el malogro de sus aspiraciones, sin embargo, dos opinan que si ocurrieran cambios estructurales en la economía y en la política cubana no necesitarían abandonar su patria, sin embargo el tercero de ellos se mantuvo reacio a la variante de emigrar. Lo cierto es que después de 50 años de imponerse una sociedad marxista, y autárquica que practicó el aislacionismo con el fin de evitar las contaminaciones con sociedades sucias, dicho resultado se ha revertido con el desove de generaciones en cuyo fuero interno se exacerba el hábito del consumismo, en detrimento de la espiritualidad, y el pensamiento.

Hace más de cincuenta años, Loren Cunninghan un joven misionero que se hallaba en las Bahamas, tuvo un sueño donde elucubró un gigantesco mapamundi desplegado en toda su magnitud, y desde el azul de sus océanos comenzaron a generarse olas y olas de jóvenes cuyos rompientes se extendían sobre las plataformas continentales—dicha experiencia—lo estimuló a fundar JUCUM (juventud con una misión) organización juvenil que ha desandado los confines del mundo para evangelizar a sus pueblos.
A través de su libro ¿Eres tú, señor?, se narran valiosas experiencias—y cito entre ellas—la ocurrida durante los juegos olímpicos de Múnich 72, cuando un comando de la organización terrorista “Septiembre negro” secuestró a los integrantes de la delegación israelita y tras un desenlace fatal que enlutó la fiesta estival del deporte, los jóvenes “jucumeros” comenzaron a entonar alabanzas al Señor para alentar al público concurrente a los estadios, entretanto, las videocámaras enfocaron la imagen de un joven musulmán y otro cristiano estrechando sus manos al tiempo que un guardián comentaba—“ustedes son lo mejor que ha pasado por estos juegos”—Asimismo la organización fundada por el señor Cunningan ha efectuado cruzadas humanitarias en disímiles naciones, y entre ellas se destacan las incursiones a los campos de refugiados de los boat-peoples en Hong-Kong donde hubo millares de personas viviendo en condiciones infrahumanas. Por cierto, hoy por hoy JUCUM tiene 113 bases permanentes, y 70 escuelas en 40 naciones.
Con el predominio de un materialismo cruel—“donde para obtener algo, se requiere que otro lo pierda”—la afectación en el comportamiento de nuestra juventud, no es más que el resultado del adoctrinamiento llevado a cabo por el totalitarismo de corte marxista impuesto violentamente en la isla. Si las generaciones nacidas y educadas tras el triunfo revolucionario de 1959 se drogan; tienen un mal comportamiento social, estafan al prójimo, no valoran el trabajo honrado como método de subsistencia, roban en los centros laborales, se prostituyen, emplean un léxico chabacano y obsceno para expresarse, y se sienten frustrados por la desesperanza, advirtiendo en la inmigración la única solución futurista, simple y llanamente los autócratas tienen que reconocer que no ventilamos el resultado de habernos contaminado con la podredumbre capitalista, sino que están cosechando la acción de haberles ceñido una pañoleta al cuello para incitarlos a idolatrar la imagen de un ícono asesino.

Por tanto, considero que el pueblo cubano está en la obligación de abrirse a JUCUM, además debía demandar que se levante una de sus academias en nuestra isla, puesto que yo—que no soy religioso—ni observo la realidad a través de un vidrio, estoy plenamente convencido que si queremos salvaguardar las actuales generaciones y las subsiguientes, debemos tocar la puerta del Señor que vive en los altos.

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