lunes, 12 de septiembre de 2011

Vacío en el régimen cubano.

Pablo Méndez. cubanet
Tras la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS, el nivel de vida de los cubanos se despeñó a niveles inimaginables. El “periodo especial” se impuso bajo condiciones de subsistencia y el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR) no escapó a la angustia causada por la debacle económica.
En su sede del edificio Sierra Maestra, las paredes se mostraban despintadas, la fetidez en los baños perduraba por falta de detergentes, a causa de las carestías alimentarias los oficiales preferían salir de sus unidades para comer en los establecimientos cuentapropistas, los stocks de piezas para mantener la técnica de combate se agotaron, sin embargo, lo más alarmante, es que los militares sufrían las mismas penurias que los ciudadanos pedestres y se suscitaba el peligro de rebeliones, (estaba latente la experiencia del regimiento Baraguá).
Tal sobresalto llegó al despacho de Raúl, enseguida el pragmático ministro comprendió que el gigantesco elefante blanco de las FAR debía convertirse en una institución productiva que prescindiera del presupuesto estatal, por tanto, precisaba el concurso de un estratega y tales requerimientos apuntaban al entonces general de división Julio Casas Regueiro.
El designado general trazó la táctica a seguir, se crearon infraestructuras, fundaron cadenas de tiendas, asumieron administraciones de hoteles, reinvirtieron en otras esferas productivas y la invasión del MINFAR al terreno económico se coronó con el éxito. Al disponer de financiamiento, se restablecieron las prebendas otorgadas a los oficiales, reiniciaron las construcciones de viviendas, ventas de electrodomésticos a precios subsidiados, incrementaron los salarios, hicieron inversiones para las transportaciones, restituyeron los estímulos y, por consiguiente, la casta militar regresó a su otrora status económico.
Julio Casas Regueiro no integró la nómina del generalato Superstar del MINFAR, sin embargo, encabezó la batalla más peligrosa a la que se enfrentó el brazo armado del régimen, una institución discapacitada para guerra moderna pero adiestrada bajo los cánones de la beligerancia irregular. Su impronta como un oficial enérgico, exigente y honesto, más su afán de trabajo y no de protagonismo, le produce un considerable vacío al gabinete del octogenario jefe de estado.
El general Julio Casas representaba para Raúl la garantía de que los despilfarros y los escándalos por corrupción no se abrieran brechas en las filas del MINFAR y socavaran la moral de las tropas.Aunque algunos aseveran que las honras fúnebres dispensadas al general de cuerpo de ejército Julio Casas Regueiro fueron exageradas, no caben dudas que, este hombre, desde las sombras, era uno de los principales puntales del régimen. A más de una semana de su deceso, no se ha designado sustituto.

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