lunes, 12 de septiembre de 2011

Tengo lo que tenía que tener.

Pablo Méndez. cubanet

En homenaje al 50 aniversario de la fundación de la Unión de escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), el pasado domingo 4 de septiembre se proyectó por el canal Cubavisión, el documental, “Tengo lo que tenía que tener”, cuya producción corrió a cargo de la propia UNEAC y Centro para Documentales Octavio Cortázar.
La realización tenía como objetivo, rendir culto al fundador de la organización, el poeta Nicolás Guillén, y los roles protagónicos corrieron a cargo de los escritores: Abel Prieto, Miguel Barnet y Carlos Martí, sucesores del homenajeado en la presidencia de la organización.
Pero decir que este documental fue dedicado a la figura de Guillén, sería una garrafal injusticia, la mención de su nombre se limitó a leves chispazos, donde los entrevistados se refirieron a la figura del extinto ex –presidente, rememorando única y sintéticamente que se le ratificó como titular de la organización durante tres congresos consecutivos, que su gen fundacional germinó en los sucesores y rompió solemnidades para erigir una UNEAC más democrática.
Asimismo el tema central del documental se trasladó, a la funcionalidad de la organización y sus protagonistas se encargaron de sublimar la época pos-Guillén, En sus entrevistas abordaron detalles del tristemente célebre discurso de Fidel Castro, “Palabras a los intelectuales”, destacaron el lanzamiento de polémicos títulos por parte de “Ediciones Unión”, recapitularon como se batalló, para que la revista “Gaceta” sobreviviera a las circunstancias económicas del “periodo especial”. Primó el afán en proyectar la cultura cubana al exterior, ensalzándose la toma de conciencia de los intelectuales frente al colonialismo cultural, etc., etc. Como colofón y con los créditos, reapareció Guillén declamando su célebre “Tengo lo que tenía que tener”.
Pero resulta justificado que los protagonistas soslayaran el tránsito de Guillén por la UNEAC, cuya presidencia fue marcada por capítulos vergonzosos y confabulaciones con el régimen. Muestra de ello lo constituyen el show montado al poeta Heberto Padilla, el ostracismo y acoso al que fueron sometidas importantes figuras de la cultura nacional, el “Quinquenio Gris”, la exclusión de intelectuales de origen burgués, más las censuras a creadores estigmatizados como contrarrevolucionarios y al mismo tiempo calificados de incorregibles.
Pero el oscurecimiento cultural de creadores, con la talla de Dulce María Loynaz, José Lezama Lima, Virgilio Piñera, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas y más recientemente Rafael Rojas, se ha visto frustrado por el impacto internacional que han tenido sus obras, y a guiso de conciencia, a la UNEAC no le queda otro camino que descorrer cortinas.
A decir del filósofo español, Emilio Lledó, “resulta absurdo crear sin libertad”, pero los intelectuales que militan en la UNEAC—según los protagonistas del corto—se les impide salvar esa alambrada perimetral que les sentencian a “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”.
En resumen, la UNEAC “Tiene lo que tenía que tener”.

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