lunes, 14 de noviembre de 2011

El oficinista del quinto piso

Pablo Méndez-cubanet.
Después que el ex ministro de las FAR, general Julio Casas Regueiro fuera sepultado en un nicho del mausoleo del Segundo Frente Oriental; automáticamente el brazo robótico del régimen llenó su vacío.
La designación recayó en el popular general Leopoldo Cintra Frías, más conocido por “Polito”; un estratega a quien la fama acarició a través de un serial televisivo protagonizado por los histriones Pedro Rentería y Adela Legrá; novela que descorrió su trayectoria guerrera y el paralelismo amoroso con su esposa Miriam; cuya ficción, fue clasificada por muchos, como una parodia en verde olivo de la épica leyenda de Penélope y Ulises.
Sin embargo, el general Cintra Frías descolló como un posible candidato al hall de los viceministros de las FAR—una cámara vedada a los militares afro descendientes—el día que, desde la trincheras de Cuito-Cuanavale al sur de Angola, envió una carta para censurar la actitud de su superior, el general Arnaldo Ochoa, un caído en desgracia, cuyo fusilamiento baldeó el camino para su nombramiento como vice ministro y jefe del ejército occidental.
Según la historia, el general Gromov fue el último militar soviético en abandonar Afganistán tras la derrota. Cintras Frías fue el último militar cubano en abandonar Angola; en una contienda que de prolongarse hubiera desembocado en otra catástrofe.
Polito, un militar valiente, fiel, e incondicional a su jefe, no posee las mismas facultades que su antecesor el general Julio Casas Regueiro, un oficial creativo, capaz—y lo más importante—con opinión propia, que llegó a tener la autorizada facultad de vetar algunas decisiones del actual hombre fuerte del régimen.
Ahora el nuevo ministro ocupará el despacho del 5º piso del edificio Sierra Maestra, pero se desempeñará como un simple oficinista, puesto que el mando absoluto de las fuerzas armadas continúa siendo un acápite en la agenda de Raúl, quien ejecuta sus actividades de gobierno en el 4º piso del propio edificio.
Raúl ama el ejército y se mantiene a la cabeza de la institución castrense desde hace más de 50 años; gobierna el país verticalmente con los estereotipos del “ordeno y mando” que se impregnaron en su proceder de hombre de armas. Desde que se desempeña como “número uno” del régimen, rearmó un gabinete y poliburó partidista, con un alto porciento de guerreras verde olivo; transgrediendo el ideario martiano; de que los pueblos se fundan, y no se les manda como a huestes acuarteladas.
El nuevo jefe de gobierno— un fan a la “meritocracia”—instituye que las virtudes más relevantes exigidas para un nominado a las carteras ministeriales, son las medallas obtenidas en los campos de batalla, tanto de la Sierra Maestra como de África. Pero su modelo de gobierno no salva el peligro de compatibilizarse con las juntas militares que gobernaron a Uruguay, Argentina, Brasil, Paraguay, Perú, Bolivia, Chile y que, el populismo latinoamericano en su afán por ridiculizarlos les identificaba como “gorilas”.
Contradictoriamente el esquema de gobierno del general Raúl Castro pasa inadvertido ante las plumillas de los caricaturistas políticos, quienes representaron en la década de los 70 a los citados “gorilas”, como simios emperifollados con gorras de plato y túnicas militares.

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