lunes, 26 de octubre de 2009

¡Jama, mucha jama! Por: Pablo Méndez


Lázaro fue intervenido hace tres años, le diagnosticaron cáncer, se sometió a un tratamiento de quimias y hace una semana el médico de familia le palmeó el hombro para comentarle: — ¡Lazarito ya puedes ponerte la capa de Superman, y ser tan rápido como un avión, y tan fuerte como un tren!—Seguidamente el galeno se transfiguró en un implacable Doctor House, y con su estilográfica estiró una línea sobre el nombre del citado paciente—o sea—de un plumazo le voló el cartucho a la asignación dietética por su enfermedad.
Asimismo una anciana llamada juanita, que aún puede recorrer algunos trechos de su hogar, (a pesar de sus 96 años), ahora tiene que emprender una marcha olímpica cuya meta es el policlínico para someterse a un conjunto de análisis sanguíneos, y de tales resultados dependerá si prolongan su dieta.
Francisca, otra anciana de 93 años fue favorecida, pero su salud es más precaria, ya que se encuentra encamada, y sus signos vitales son más débiles, debido a la irrupción de una ringlera de isquemias desembocadas en un derrame cerebral.
Por ende, los antedichos casos nos evidencian que para recibir los beneficios de una dieta alimentaria en Cuba, y sobre todo en tiempos de crisis financiera, los enfermos deben hacer equilibrios al borde de una bóveda sepulcral.
—Bueno, y ustedes se preguntarán: En qué consiste la tan nombrada dieta—Pues nada más, y nada menos que en el suministro de 9 porciones (le llaman novena) de 0,34 kg cada una, (en la mayoría de los casos consistente en asignaciones de carne de ave), distribuidas al consumidor durante tres meses en sucesión de 1,36 kg el primer mes; 1,02 kg el segundo, y 0,68 kg el tercero, y por supuesto, al concluir la remesa, recomienza otro ciclo. También se le adiciona mensualmente 1 kg de leche en polvo que puede ser descremada o entera según la enfermedad tratada— ¡yyyy!—Debemos agregar que hay diferencias dietéticas, porque otras otorgan volúmenes mesurados de viandas en vez de carne. La leche se perpetúa como una constante. Y en el caso de los pacientes con VIH esta se refuerza con carne de bovino, además, dicha canasta se expende en la red comercial del MINCIN a precios subsidiados.
La realidad expone que muchos de los consumidores ni siquiera entienden el complicado método de distribución—y por los comentarios surgidos—con seguridad, han sido estafados en disímiles ocasiones por los carniceros, cuyas balanzas siempre están desequilibradas a su favor.
Mensualmente la Canasta Básica también aporta— 3,2 kg de arroz— 0.25 litro de aceite vegetal—1,4 kg de azúcar refino—0,9 kg de azúcar crudo—un paquete de espaguetis de 0,45 Kg—un paquete de café mezclado de 0,11 kg—0,45 kg de carne de ave—0,3 kg de pescado—10 huevos—0,23 kg de picadillo mezclado con soja—0,14 kg de frijoles—0,14 kg de chicharos—0,5 kg de sal por núcleo—y 80 g de pan suministrados a diario, al igual que un litro de leche sólo asignado a menores de 7 años. Entretanto los niños con edades entre 7 y 14 años son recompensados con una bolsa de yogurt de soja (0,9 litros) que emergen por los expendios cuando al MINCIN le da la gana.
Haciendo un resumen matemático, en el que juntaremos todas las variedades de carnes asignadas por dieta, más canasta básica. Nos arroja como resultado que un enfermo consume en la actualidad, 2 kg de carne por mes, cifra que si la comparamos con el consumo de un ciudadano cubano en el año 1957 (sólo en carne de bobino) este engullía 2,6 kg al mes (según una edición del Diario de la Marina del propio año). O sea, consumía 0,6 kg más que los pacientes de marras— ¡Ah!— y vale la pena aclarar que las reses proveedoras de aquellos jugosos bistec eran cubanas, ¡tan cubanas como las palmas!—
También según el finado Dr. Viktor Frankl autor del libro “El hombre en busca del sentido” que narra su permanencia en los campos de exterminio nazi. Un prisionero de Auschwitz era alimentado diariamente con 300 g de pan, y dos litros de sopa— ¡señores en Cuba son asignados 80 g de pan, menos de un 25 % de lo que comían esos pobres hombres!—
Lo cierto es que “Esa gandofia llamada canasta básica” no le alcanza al cubano ni para comer por más de diez días –les aclaro para comer, no almorzar—, y tiene que exprimir sus bolsillos, desde luego, el que puede hacerlo, ante las balanzas de los agro-mercados.
Pero ya se escuchan las arengas de Catón pidiendo la guerra contra el “Parternalismo”. Tan presionados están por su incapacidad que ni siquiera pueden garantizar los suministros a los comedores obreros—y en estos momentos de desespero— ajustan sus miras hacia la canasta de racionamiento, cuya vocinglería que será comidilla para otro enfoque.
Bajé las escaleras del edificio, me lancé con premura hacia la panadería, al tiempo de encontrarme con un vecino que blandiendo un periódico Granma me mostró un comentario de Barredo.
— ¡Vamos a poner a Pánfilo Jama de presidente para resolver esto!— Le comenté al tiempo de señalarle con el reloj la proximidad del cierre.
— ¡Da lo mismo!—me contestó— ¡sería otro alcohólico más!—

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