lunes, 31 de enero de 2011

Corrupción, pudrición, ¿Cuál se ajusta más?


Pablo Méndez

Desde que León Trostky dio la orden de—“expropiar a los expropiadores”—y Lenin con más elocuencia corroboró—“robar a los ladrones”—el vicio de la corrupción se estableció como un fenómeno endémico en los regímenes totalitarios. La ausencia del “cuarto poder” representado por la prensa libre, mantiene en el black-out cualquier chispazo noticioso que provoque un escándalo.
Asimismo el fenómeno Wikileaks ha internacionalizado la batahola corrupta del general Rogelio Acebedo, ex–presidente del Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba (IACC), y Pedro Álvarez ex-director de ALIMPORT, entretanto, la mordaza informativa mantiene en la oscuridad las transgresiones de los altos funcionarios, puesto que a la hora de impartir justicia obtienen mejores efectos ensañándose contra los eslabones más débiles de la cadena.
A estas purgas los cubanos pedestres las identificamos con el epíteto de “explote” y una treta similar fue ensayada por Fidel Castro aquella madrugada del año 2005, cuando cientos de trabajadores sociales irrumpieron en los garajes CUPET-CIMEX, y Oro Negro de CUBALSE para ocupar los puestos de los pisteros corruptos.
Aún recuerdo que el lance se transformó en una revolución propagandística, y Castro consiguió con la artimaña que la vox pópuli comenzara a vilipendiar a los transgresores que se enriquecían indebidamente con el dinero del pueblo.
Pero aquella luna de miel mediática duró poco tiempo. Su ejército integrado por malos estudiantes que no habían obtenido carreras universitarias, comenzaron a corromperse tanto o peor que los pisteros existentes, y a ojos vistas del pueblo, aquellos chicos provincianos empezaron hacer de las suyas. Por ejemplo, en el complejo “Tangana” sito en Calzada y Línea, una joven trabajadora social después de terminar su turno laboral de 24 horas subía a la boutique, y se compraba los vestidos más caros ante la mirada atónita de los empleados, al tiempo que en el CUPET 3ª y 12 del Vedado, otras dos chicas TS se divertían bebiendo ron añejo con sus novios durante la jornada laboral, un día el gerente les llamó la atención por detectar faltantes de gasolina, e ipso facto, fue separado del cargo porque las muchachas se quejaron con su jefe— ¡Imagínense!—eran los niños lindos de Fidel.
Hoy por hoy, podemos afirmar que en Ciudad de la Habana abunda más corrupción que humo de los “almendrones”, tornándose como una podredumbre ya generalizada que bulle por las bodegas; panaderías, agro-mercados, shopping, carnicerías, oficinas de administración, por cualquier parte asoma el “tumbe”.
¡Ah! también las organizaciones políticas entran en el relajo, y lo confirmo a través del testimonio de un joven militante de la UJC, que ocupa un cargo en una organización de base de la corporación HABAGUANEX S.A. y que por razones obvias no puedo identificar.
Él me relató, que tras ser comisionado por su comité de base para materializar las exigencias del organismo superior de crear un rincón martiano en su unidad, se personó en la empresa Propaganda Nacional perteneciente al Comité Central de PCC, sita en Belascoaín Nº 864, esquina a Desagüe, Centro Habana, para gestionar una valla publicitaria de “los cinco héroes”, y un busto de José Martí.
Después de pasar por el tubo digestivo de recepción se dirigió a la oficina comercial, y los funcionarios allí presentes les mostraron los catálogos donde las citadas vallas sobrepasan el precio de 1200 dólares, y los bustos de yeso de nuestro héroe nacional los 280 dólares “contantes y sonantes”. El joven manifestó su asombro abriendo los ojos, y con prontitud una empresaria le comentó:
—“Mira chico, como ustedes trabajan en una tienda de divisas podríamos hacer un trato…Si tu gerente se hace de la vista gorda con los papeles, arreglaríamos rebajas hasta del 50% de los precios, ¿qué te parece, machote?”—

El joven se abstuvo de dar respuesta, y tras despedirse se largó. Después informó a la gerencia el resultado de sus tribulaciones, entonces, el administrador le palmeó el hombro, y le tranquilizó diciéndole que él tomaría cartas en el asunto, ¿qué hizo?, pues contactó a unos buscavidas del barrio quienes se robaron un busto de José Martí por la friolera de 20 dólares, ¡y ya está!, ahora tienen un rincón presidido por la imagen de nuestro héroe nacional obtenido mediante una operación ilícita. Así es amigos míos, “el fin justifica el medio” y también “honrar, honra”.

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