lunes, 13 de junio de 2011

Canción de Rachel, crónica de un espectador.

Pablo Méndez

El pasado domingo quedé estupefacto cuando me acomodé en la Sala Tito Junco del Complejo Cultural Bertold Brecht, sito en las calles 13 y E en el Vedado. A todas luces, el diseño arquitectónico satisface los requerimientos para desfiles de pasarelas, y no para teatro, las condiciones acústicas son negativas, micrófonos colgantes, y la inquietud, de que sí se produjera un incendio, ¿dónde estaría la brecha para salir?
Esta errática solución constructiva es la sede, de “Mefisto Teatro”, dirigido por Tony Díaz, que en la actual temporada nos propone “La Canción de Rachel”, obra de teatro musical, basada en la novela del mismo nombre, escrita por Miguel Barnet, que en esta ocasión fue incluido como personaje gracias a la adaptación dramatúrgica.
La trama, se inicia en el contexto de la malograda “Zafra de los Diez Millones”, cuando el joven Barnet, comienza a entrelazar el retablo de la historia, con retrospectivas que le trasladan a las vivencias de la Rachel anciana, interpretada muy orgánicamente por la maestra Pura Ortiz, ex-pianista de la Sinfónica Nacional en su debut como actriz, y la Rachel joven, a cargo de Alianne Portuondo.
El pastel, transita durante el primer acto, se moldean los personajes de Rachel, Adolfito, el dueto del Gallego y el Negrito; Eusebio, Yarini, Alberto, “Margot Tragalotodo”, “Anita Peligro”, psicologías que se desdoblan en el espacio con una pobre explotación de los niveles, también vale añadir que la madre de Rachel, cobra en esta ocasión matices importantísimos.
Con el intermedio de diez minutos, llega el momento de descomprimir esfínteres, pero resulta que el majestuoso “Centro Cultural Bertold Brecht”, con dos salas de teatro y cafeterías, sólo tiene un baño, y para colmo, es mixto, como consecuencia mujeres y hombres se disputan usarlo al mismo tiempo.
Tras los campanazos llegó el segundo acto, más intenso, más al Alhambra, los actores exclamaron ¡Abajo el presidente!, envés de, ¡Abajo Machado!, también resonó ¡Tenemos que cambiar el gobierno!, pero el público permaneció impávido, ni siquiera prorrumpió un sonido gutural.
De sobresaliente, catalogo la actuación de la actriz Yenly Veliz en el personaje de la madre de Rachel, también descollaron con dignidad: Alejandro Milían; Carlos Pérez Peña, Frank Ledesma, Yisel Zayas, Diana Hernández y Leidis Díaz.
En la dramaturgia el personaje de más bajo perfil resultó ser el joven Barnet, que no se distinguió pese al esfuerzo del actor, también la dirección de Tony Díaz tuvo sus lagunas, y considero que la escena íntima entre homosexuales—que gracias a Dios transcurrió sin morbo—era innecesaria, al parecer, tal inclusión obedece a una moda o a satisfacer eslóganes contemporáneos.
Sin embargo, Tony Díaz, aún no ha logrado pulir las exigencias de un elenco donde brotan las diferencias entre los actores que dominan la técnica del canto y los que no la tienen, amén, que la sala teatral está descalificada acústicamente, y los micrófonos no recogieron la totalidad de los parlamentos.
En resumen, los actores del grupo “Mefisto Teatro” entregaron más pasión que el sueldo que reciben.

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