lunes, 24 de octubre de 2011

Granada, a 28 años de una derrota huérfana

Pablo Méndez. (cubanet)

En 1982 un infarto del miocardio provocó cambios en los mandos militares cubanos; el general de brigada Ulises Rosales del Toro, jefe del Estado Mayor del Ejército Occidental, sustituyó al general de división Senén Casas Regueiro en la jefatura del Estado Mayor General, mientras el coronel Pedro Tortoló Comas, un oficial-enlace del ministro de las FAR fue promovido al cargo vacante.
Tortoló saltó a la fama un 25 de Octubre de 1983, cuando el Antonov-26 de la fuerza aérea revolucionaria donde viajaba, tocó pista en el aeropuerto de St Georges en Granada, allí asumiría el mando militar de los cubanos tras la asonada que derrocó y ejecutó al premier Maurice Bishop; simultáneamente Fidel Castro comparecía ante las videocámaras de la televisión para compararle con el general Antonio Maceo; calificativo sublime y jamás usado ni a favor de Camilo Cienfuegos.
Tras “cruentos combates e inmolaciones”; en la pista del aeropuerto José Martí aterrizó una flotilla de aviones Iluchin-62M “— ¡La misión encomendada por el partido y gobierno cubano ha sido cumplida”!— exclamó Tortoló saludando militarmente cuando fue recibido por Fidel Y Raúl al pie de la escalerilla; el héroe había conseguido escapar de los yanquis, tras romper el cerco de los rangers y exiliarse en la embajada de la URSS.
En los días sucesivos Tortoló marchaba triunfante por los corredores del Estado Mayor General, sobrevenían abrazos, estrechones de manos, palmetazos, carcajadas, fui testigo de cuando un trabajador civil exclamó— ¿Quién es éste?... ¿Tortoló?; ¡el que le rompió el record a Juantorena!—
Manduca un cooperante que cayó herido y fue abandonado por sus compañeros tras la estampida, inició los cuestionamientos, también la prensa mundial había mostrado imágenes de los cubanos desmoralizados; tal repercusión fue suficiente para destapar la Caja de Pandora; el ministro de las FAR ordenó una investigación; los peritos confeccionaron una maqueta con el levantamiento topográfico granadino, fue emplazada en el teatro del piso 2 del edificio “Sierra Maestra” y los involucrados desfilaron ante ella.
El resultado de las investigaciones sentó en el banquillo de los acusados a Tortoló y al reducido grupo de oficiales de la contrainteligencia, instructores, pilotos y técnicos que vestían el uniforme verde olivo cuando la refriega del 26 de octubre. El tribunal de honor les sentenció a ser degradados a soldados rasos y les brindó la oportunidad de lavar la afrenta combatiendo en África.
Han pasado 28 años de la experiencia de Granada, los condenados cumplieron el correctivo y se les desmovilizó de las FAR; en la actualidad se sienten heridos y gimotean cuando recuerdan el bochornoso episodio.
Algunos razonan que las órdenes “cumplidas” por Tortoló fueron: Provocar un encuentro con las tropas norteamericanas acosta de sacrificar un sinnúmero de combatientes; lo evidencian las valoraciones preliminares de Fidel y el dramatismo con que los medios narraron los hechos. Luego un comando penetraría en la embajada de la URSS y provocarían a las tropas estadounidenses para crear un conflicto entre las superpotencias.
Pero la jefatura estadounidense no picó el anzuelo, al parecer, los informes de inteligencia les tenían al tanto; pese a que los cubanos rompieron las hostilidades, los rangers y efectivos de la 82 división aerotransportada no respondieron con todas sus fuerzas y sólo les hostigaron con francotiradores.
No saben si el proyecto fue maquinado desde Moscú o creado por la megalomanía de Fidel Castro; pero se afirma que Pedro Tortoló y demás oficiales—tras un examen de conciencia—razonaron que sacrificar a sus paisanos sería un acto criminal y los invitaron a poner pies en polvorosa.
Lo cierto es que la expresión “Tortoló”, quedó grabada en nuestro léxico costumbrista como un sinónimo de cobardía, mientras la escaramuza de Granada, pasó a los anales de la historia como una derrota huérfana.

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