lunes, 3 de octubre de 2011

El agujero negro del olvido

Pablo Méndez. cubanet

Cuando el ex-oficial de las SS, Klaus Barbie, conocido por el “carnicero de Lyon” fue juzgado por crímenes de guerra y contra la humanidad, ya era un anciano de 74 años que irradiaba lástima.
Fidel Castro exporta el mismo sentimiento cuando se le ve desgarbado, con la osamenta dibujada en su Jackie deportivo y dialoga con balbuceos; tal vez, esto motiva a los publicistas del Comité Central del Partido Comunista a utilizar la bondad de los trucajes fotográficos para amortiguar su omnipresencia.
Fidel, aquel joven estudiante universitario que esgrimiendo una taza de café con leche confesó a sus amigos que sus principales ambiciones eran “el poder y la fama”, se podrá marchar a la tumba con el consuelo de haber cumplido sus propósitos; pero el culto a su personalidad cultivado durante 50 años de totalitarismo, está amenazado, a consecuencia de la formidable capacidad de olvido que tienen las masas.
Su nombre ni siquiera se escucha en las tertulias callejeras, reuniones familiares, incluso, en el barrio capitalino del Nuevo Vedado, donde residen una considerable porción de sus prosélitos más allegados y compañeros de armas; evidenciamos cuando transitamos por sus calles que, en las pancartas pro-régimen las loas han sido desviadas a favor de su hermano Raúl.
Pero el ex-dictador de 85 años depuesto por peritaje médico, se resiste a ser tachado de las memorias e irrumpe cíclicamente con sus artículos “reflexiones”; cuyo objetivo manifiesto no es la cosmovisión, sino tapar bocas de los que se atreven a susurrar su muerte.
Las exigencias de Castro por conservar el glamur, ha obligado a su entrevistadores a recurrir a recursos innovadores y en la ultima entrevista concedida a un enviado venezolano, trastocó la versión del “cine silente” por un “inanimado sonoro”, a manera de purgante televisivo que precisó a un considerable número de fidelistas a desconectar el telerreceptor o cambiar a otros canales.
Pero el apagón a la omnipresencia de Fidel Castro vendrá fulminantemente el día que se erija un edificio donde hoy perdura un derrumbe; un central azucarero sobre las ruinas de otro; hayan trabajadores con derecho a la huelga y salarios decorosos; exista el respeto a la propiedad y el libre mercado; prorrumpa la libertad de expresión y prensa; sean disueltas la Seguridad del Estado y las turbas de respuesta rápida; levanten las restricciones y los secuestrados en las isla tengan el derecho a viajar libremente; en fin, cuando se reinicie una Cuba democrática.
Desafortunadamente las ideas por las que vive y morirá Fidel Castro mantendrán partidarios, quienes lo inmortalizarán a semejanza del lastimoso Klaus Barbie, cuyo modelo aún pervive en las mentes de los cabezas rapados.

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