lunes, 12 de diciembre de 2011

El día de los derechos inhumanos

Pablo Méndez./cubanet

Hacía varios años que no veía a Martha, amiga de mi esposa y enferma de severas cardiopatías, agravadas desde el 10 de diciembre del 2009; fecha conmemorativa de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Ella una mujer de 57 años, divorciada, madre de un hijo y extremadamente pobre; había conseguido un empleo de guarda-parques en la Dirección Municipal de Comunales; cuidó los jardines de 15 y 16, Calzada y F, y en noviembre su jefe le encomendó la vigilancia del “parque Villalón”, sito en Calzada y D.
Ese mismo día, llegó antes de aclarar, se colgó el silbato, dio un breve rodeo, luego sentada en un banco esperó la hora de apagar las luces. Tras consultar el reloj, se puso de pie y caminó hacia el panel eléctrico; de súbito, a sus espaldas exclamaron: — ¡gusana, descará, desfondá!— atónita, vio como una turba de mujeres la envolvía gritándole improperios, Martha levantó los brazos diciendo: — ¡soy la CVP del parque, estoy enferma del corazón, por favor no me hagan daño!—pero la porra, no pensaba ni escuchaba y la agredió.
La policía irrumpió para sacarla del tumulto, ella suplicaba que no la maltrataran; pidió asistencia médica, se sentía mal; pero sus clamores fueron apagados por obscenidades y exclamaciones de: — ¡pin, pon fuera, abajo la gusanera!—tras esposarla, la metieron en el patrullero, rogó que la escucharan, pero los guardias parecían sordos; la llevaron a la unidad policial de 21 y C y la metieron en un calabozo. Reducida a la oscuridad, el hedor de la ergástula y los bandazos de rejas, Martha permanecía estupefacta; creyó que su corazón no aguantaría más; rompió a llorar para desahogar su impotencia y pensó en su hijo, a quien creyó, no volvería a ver jamás.
Horas más tarde los guardias trajeron a una muchacha. Martha permanecía callada, sentía desconfianza; contradictoriamente la joven fue afable, se identificó como una opositora al régimen, comentó que fue apresada por participar en una marcha pro-derechos humanos; sollozando Martha le relató su desgracia, enseguida la “chica sin nombre” se solidarizó con ella, aferró sus manos a los barrotes, batuqueó las rejas con todas sus fuerzas y comenzó a vocear. Los carceleros no hacían caso, entonces, se quitó las ropas e intensificó los gritos— ¡asesinos, asesinos, van a matar a una mujer inocente!— los guardias tuvieron que atenderla, un oficial se trasladó al CDR, consultó a “los factores” (chivatos), a las 5:00 PM, tras pedirle disculpas, la pusieron en libertad.
Martha me contó esta historia sentada en un salón del instituto cardiovascular; esgrimiendo un montón de recetas confesó ignorar el significado histórico del “10 de diciembre”, sin embargo, la fecha quedó grabada en su memoria, como el día que, las porras y los represores del régimen, se atribuyeron el derecho de ser inhumanos.

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