lunes, 19 de diciembre de 2011

Proyectiles balísticos

Pablo Méndez./cubanet

Mientras caminaba por la Habana Vieja, Félix López, pinareño, poeta y electricista de 55 años; viajaba mágicamente por el tiempo, estaba embelesado con su arquitectura ecléctica, poblada de balcones, andamios, cucañas de albañilería, travesías angostas; mientras salvaba los trechos adoquinados, admiró los murallones de cantería, balaustradas, arabescos labrados sobre infinitos aleros, cenefas fundidas, enrejados que expresan el arte de la forja; percibió el omnipresente olor a hollín; escuchó pregones, el golpetear de los aros de los quitrines y los cascos de los caballos, el repique de guitarras, los sincopados golpes de tambores—¡y plaff!— le cayó encima una bolsa con mierda.
Una camioneta de la UNM de Salud Pública (MINSAP), que repartía al personal técnico del servicio de refrigeración y aire acondicionado; dobló por la calle Acosta, parqueó momentáneamente en la esquina de Curazao— ¡y catapló!—otra bolsa con porquería se estrelló contra la cabina y la tripulación puso pies en polvorosa para salvarse del ataque.
Como proyectiles balísticos; bolsas de compras repletas de excrementos humanos surcan los cielos de la Habana Vieja, un fenómeno causado por el hacinamiento poblacional y el déficit de instalaciones sanitarias agudizadas al máxime en éste municipio de la capital. Francisco Gómez, rememora que residió en una cuartería y en frente, vivía una mujer que vertía sus necesidades fisiológicas en una lata de 5 galones (embase de aceite comestible), en la madrugada salía al balcón, primero echaba un vistazo, exclamaba— ¡Voy!—y lanzaba “el contenido” para la calle.
Pero las rampas de lanzamiento más peligrosas, están en las azoteas del llamado Centro Histórico, en cuyas superficies, un sinnúmero de familias han levantado los famosos “palomares”, (hileras de casuchas carentes de servicios sanitarios), allá arriba, vierten sus desechos sólidos en bolsas de compra, luego las anudan, la toman por el asa, le dan vueltas, cogen impulso, lanzan el fuacatazo y el proyectil surca los aires en busca de una víctima aleatoria; según alegan algunos vecinos, se ha comprobado que cualquier Meñique armado con una “jaba premiada”, es capaz de hacer correr a legiones de Goliats; mientras otros apuestan que, con tales defensores, los ingleses no hubieran tomado La Habana en 1762.
“Estas metrallas se han expandido a otras zonas”, explica Orlando de 75 años, un barrendero de la corporación “Aurora” en el municipio Plaza, quien barre una norma de 9 calles de la barriada del Vedado, fundamenta que diariamente recoge varias bolsas con excrementos. Otros colegas suyos, aseguran, haber tenido la misma experiencia en los municipios Cerro, Centro Habana, 10 de Octubre y Playa.
Ahora Félix, el pinareño, poeta y electricista, desde el muro del malecón, busca inspiración en las verdinegras aguas de la bahía, pesqueros, gaviotas, baluartes coloniales, aspilleras encumbradas en los paredones de las fortalezas—y de vez en cuando—inspecciona la bóveda celeste, para prevenir cualquier ataque aéreo con bombas de mierda.

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