lunes, 17 de mayo de 2010

Mariela, y el tercer sexo


Por: Pablo Méndez

A Mariela Castro solía vérsele a menudo, montada en las guaguas, apachurrada entre el gentío sudoroso—y lo hacía— solicitando la venia de sus compañeros de viaje, en su afán por trasladarse al Pre con su uniforme escolar y sus cuadernos terciados a la altura de su torso. Trascurría el año 1980. Una época convulsionada por el estallido de los sucesos de la Embajada del Perú, en cuyo encuadre histórico la prensa encabezada por el periódico Granma actualizaba diariamente el numero de embarcaciones que arribaban al puerto del Mariel; convocaba a marchas combatientes, actos de repudio, las turbas propinaban golpizas, cuando las víctimas se refugiaban en sus casas les cortaban el gas y la luz, le vociferaban consignas, y al mismo tiempo le rotulaban obscenidades en los frontis de sus viviendas. Entretanto, a escasos metros de la residencia de los Castro-Espín (en aquel entonces sita en la avenida 26 del Nuevo Vedado), un gigante de trapo se balanceaba colgado de la balaustrada del domicilio de Carlos Berenguer—cuyo hogar—fue sometido a un “bloqueo genocida” por parte de las porras. Torciendo hacia el Este, se eleva el edificio Sierra Maestra, sede del MINFAR, donde Idalberto Stable comisario político de la UM 3422, pronunciaba impetuosas arengas—¿Quién era este señor?—pues un coronel atiborrado de condecoraciones por su participación en la lucha clandestina, la Sierra Maestra, las campañas internacionalistas, y contaba con una prestigiosa hoja de servicios a la revolución—según comentarios—pronto integraría la membrecía del Comité Central, y como trofeo de belicosas hazañas exhibía un amplio repertorio fotográfico donde posaba junto a los máximos dirigentes del país. Concordando con este momento, en la estación policial de Dragones, un joven mostró su carné de identidad, se declaró homosexual, y al mismo tiempo demandó un lugar entre las miríadas de “delincuentes” que pretendían abandonar el país. La respuesta del agente fue un tratamiento hosco, y como refuta el joven exclamó: — “¿No me creen?, ¡Pues sepan que me estoy echando a un coronel del ejército!”—Con prontitud el caso fue transferido al CIM, se hurgaron pistas, los contra-inteligentes compactaron un dossier con todas las evidencias periciales, cuyo volumen conteniendo las pruebas fotográficas y las grabaciones magnetofónicas fue depositado sobre el buró del ministro de las FAR, y en cuestión de días el coronel Stable fue puesto de patitas en la calle. A partir de ese instante, en los pasillos del MINFAR ya no se hablaba del héroe, ni se reconocían sus meritos, al contrario, la oficialidad lo denigraba por su condición homosexual.
Veintitantos años más tarde, irrumpe Mariela Castro ya convertida en una competente profesional, y diplomada como máster en sexología que dirige el CENESEX—y como es obvio—cuenta con el empuje proporcionado por el ADN de su padre—y utilizando tal prerrogativa—Mariela encabeza un levantamiento más, “La revolución del tercer sexo”. Ella se esfuerza en combatir la homofobia; organiza numerosos fórums, conferencias, promociona la legitimación del matrimonio gay, cambios de sexo por vía quirúrgica, proyección de filmes porno-homosexual, organiza marchas, se exhiben spot televisivos donde los travestidos recomiendan el uso del condón, y hoy por hoy, se rueda una telenovela en horario estelar que incluye entre sus conflictos el lesbianismo—lo cierto—es que el trabajo de Mariela, también cuenta con un numeroso grupo de detractores—mejor dicho—opositores, que ven en la citadas libertades del tercer sexo un acto pecaminoso y contranatural, que atenta contra la familia, la fe cristiana, incitan a la perversión, y tales hechos transcurren en un país, donde existe una ley supuestamente defensora del desarrollo normal de las relaciones sexuales.
Por cierto las actividades de Mariela tienen sus antecedentes—por allá—por la época del II Reich, cuando Magnus Hirshfeld—un homosexual declarado—fundó en 1897 un comité científico humanitario con un nombre aparentemente inofensivo, y en sus publicaciones propagó el polémico ideal que el homosexualismo era un “tercer sexo”, cuya orientación se debía en mayor medida a factores congénitos, que ambientales, y su objetivo era abolir el párrafo 175 del Código Penal del Reich que declaraba ilegal “la actividad indecente”. Asimismo el gobierno del estado de Prusia le otorgó una subvención para convertir dicho comité en un Instituto de Ciencia Sexual—No obstante—hacía 1912, Berlín ya se había transformado en un centro de disturbios sociales, y sexuales que hicieron florecer un escenario gay-lésbico, y los críticos, vincularon estas tendencias a lo que consideraban la decadencia inminente de la familia alemana, que sumado a otras condiciones favorecieron el ascenso del partido Nazi—y con ello—numerosos homosexuales fueron a dar con sus pellejos a las cámaras de gas en Treblinka y Auschwitz.
Volviendo a Cuba muchos están preocupados por el exacerbo que ha tenido la actividad gay—y también comentan—que si tanto es censurable que una joven heterosexual se emperifolle con una falda corta, y recorra los bordes de las calles con el objetivo de alquilar su vagina, no menos repulsiva será que dicha profesión también sea practicada por un travestido, por tanto, consideran que manifestar el rechazo a esta actividad no puede tomarse como un acto homofóbico, aunque contradiga el alto nivel de propaganda desatado por el CENESEX. A pesar de ello, conozco algunos homosexuales, y los considero personas magníficas, de buenos sentimientos, y no sólo eso, también son, trabajadores, honestos, decentes—además—he escuchado con atención sus espeluznantes vivencias en los campos de concentración de la UMAP, más los subsiguientes maltratos de un gobierno homofóbico que aún no ha suplicado perdón a sus víctimas—entonces pregunto—¿por qué la imagen del homosexual debe ser la de un depravado?, a mi entender esa conducta no merece comprensión, ni respeto—del mismo modo—creo que la directora del CENESEX necesita escuchar a aquellos personas afectas a su mismo sexo, que hastiados de un mundo perverso buscaron a Dios, y se entregaron a él.
Si Mariela se empeña en satisfacer las fantasías de sus protegidos—yo le hago una proposición— ¿por qué no funda un Gaylandia? Tal vez, pueda convencer a su padre para que el MINFAR le ceda las instalaciones de la Casa Central de las FAR, allá podrán hacer actividades culturales, pasarelas, se podrán impartir interesantísimas conferencias, tal vez el ex-coronel Stable, describa con lujo de detalles sus experiencias en las filas del partido, y las fuerzas armadas, porque soy de la opinión de que todos los homosexuales—sin excepciones— merecen el derecho de ser militantes del PCC, y miembros de las FAR, puesto que si la directora del CENESEX, no considera que el desenfreno de la conducta gay y lésbica pone en peligro a la familia cubana—supongo—que tampoco creerá que la institución que mantiene en el poder a su padre corra la misma suerte.

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