lunes, 30 de agosto de 2010

Cui bono— ¿A quién beneficia?


Por: Pablo Méndez

La solución negociada por la iglesia católica, cancillería española, y el régimen cubano, para el indulto de los 52 presos de conciencia de la “Primavera negra del 2003”, hizo salir por la parte más estrecha del embudo a los “beneficiados” con dicha excarcelación, puesto que en su afán de humillar a la oposición militante, el perdón del castrismo se ha transformado, gracias a sus compinches, en una descarada operación de tráfico humano de disidentes.
Y baso mi pronunciamiento, puesto que este grupo de confinados devueltos a la libertad con una patada en el trasero, simple y llanamente ha revelado la voluntad del señor Raúl Castro de impedirles que transiten victoriosamente por las calles, y sean ellos, y por decisión propia, quienes determinen, cuando y en que sitio del mundo reencauzarán sus vidas, vejación que sin duda ha desatado la ira de la oposición, y al mismo tiempo ha lanzado un balde de estiércol sobre los “supuestos” buenos oficios de su eminencia el cardenal Jaime Ortega, cuya falta de transparencia en su proceder mediador ha destapado las quejas de varios opositores, incluso, 165 de ellos firmaron una carta dirigida a su santidad Benedicto XVI.
Entretanto, la vox pópuli hace saltar a debate la teoría que la mediación de la iglesia no fue un servicio gratuito—y por ello—cabe preguntar: ¿qué pidió a cambio el cardenal para intervenir de cuerpo presente en el conflicto dictadura-oposición?—y les cito—que dichas apostillas se amparan en hechos relevantes, como la liturgia por el 400 aniversario de la Virgen del Cobre cuyo ceremonial fue televisado íntegramente por el Canal Educativo 2, y por supuesto que dicho acontecimiento sería irrealizable sin la aprobación del régimen. Asimismo, también resulta palpable una moratoria a las campañas pro- matrimonios gay, y las manifestaciones anti-homofóbicas convocadas por la influyente Mariela Castro, directora del CENESEX—y además—hija del presidente, cuyas demandas son rechazadas por la comunidad cristiana.
Pero el hecho de que la iglesia católica le haya sacado una buena tajada al mencionado contrato no sería del todo aborrecible—lo que sí indigna a los protestantes—es su marcada complicidad con el régimen para aprovecharse de la discapacidad negociadora de los miembros de la oposición, asumiendo su responsabilidad como un simple “lleva y trae”, y no, como un intermediario que busca una solución mutuamente ventajosa para las partes encontradas, adjudicándose el rol de ofrecerle a los reclusos la presteza del destierro, entretanto, los que resuelven permanecer en la patria, sufren el retardo de la excarcelación como método de tortura para invitarlos a reconsiderar su negativa, y ante tal abuso de poder, la iglesia católica ha permanecido en silencio.
De la misma forma, la disidencia, una vez más ha sido timada por las patrañas del régimen, más las confabulaciones del señor Moratinos—a mi criterio—una triste reencarnación del célebre Arsenio Martínez Campos, protagonista de la Paz del Zanjón, cuyo tratado ofreció un humillante indulto a los mambises para finalizar la contienda independentista iniciada en el 68—sin embargo—considero que las causales principales del mal manejo de la crisis, también han sido provocadas por la falta de consolidación de las organizaciones opositoras, y vuelvo a reiterar la invalidez negociadora de sus dirigentes. Aunque también cabe reconocerse, que esta vez no pudieron ser quebradas las posiciones de los protagonistas personificados por Guillermo Fariñas y las Damas de Blanco, muy a pesar de las exhortaciones hechas al primero para que diera término a la huelga de hambre sin cumplimentarse sus demandas—más—los intentos por desarticular la organización feminista que persiste en marchar por las calles mientras permanezcan en las cárceles los presos de conciencia.
A título personal considero que el tratamiento dado a los excarcelados de la “Primavera Negra” ha sido denigrante, tal vez, las respuestas al por qué aceptaron los maltratos del régimen para salir al exilio habrá que buscarlas en las espeluznantes condiciones penitenciarias a la que fueron sometidos. Sin embargo, la iglesia católica con su actitud, nos ha demostrado que no es la misma de medio siglo atrás, cuando Castro obligó a gran parte de su sacerdocio a zarpar en el vapor Covadonga con destino a España por el agravo de las discrepancias con la dictadura de corte marxista implantada en nuestra isla. Y como colofón de esta fábula se impone declarar que los comentarios callejeros—en un alto porcentaje—alegan que dicha institución eclesiástica fungió como instrumento del mismísimo señorío totalitario que les pateó el fondillo, y por vía de hechos, ha trasmutado su función pastoral por el servilismo, aunque exponga lo contrario en su reciente comunicado de prensa.Alguna vez me pareció demasiada picante una cita de José Martí, en la que expresó: “No hay sátrapas más grotescos, y encarnecidos que los curas en los pueblos católicos”, al parecer nuestro héroe nacional experimentó algún sinsabor que le hizo emitir tal sentencia, por tanto, considero que la fe en Dios debe buscarse directamente en el cielo, y muy por encima, de hombres tan insignificantes como el cardenal Jaime Ortega.

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