lunes, 8 de marzo de 2010

Rescatistas del Socialismo, SA (segunda parte)

Por: Pablo Méndez


…La prueba para desarrollar al país con métodos socialistas resultó ser un fiasco. Lograr la eficiencia industrial era inalcanzable con un 60 % de las plazas ocupadas por burócratas, más el centralismo, y la planificación vertical. Gracias a las bondades del CAME seríamos los mono-productores que años tras años colocaríamos 5 millones de toneladas de azúcar en las bodegas rusas—y a cambio—Cuba se titularía como lastre económico del segundo mundo. Por ende, ahora nuestros conspicuos dirigentes tenían la oportunidad de elucubrar nuevas ideas, trazarse otras metas, y pronto la isla caribeña se convertiría en una gigantesca edificación biplanta, cuyo nivel superior alojaría una descomunal secundaría básica en el campo, y en el otro se instalaría un formidable hospital.
Asimismo, las escaseces continuaban angustiando al pueblo, pero este flagelo sería revertido como vehículo de manipulación. Los cubanos pronto involucionaron a neandertales con noveno grado de enseñanza secundaria, y para adquirir un televisor; un radio, o un despertador, teníamos que rivalizar con nuestros congéneres, en las asambleas sindicales, donde mujeres y hombres, sin tapujos acudían a la bajeza más espuria y desembalaban las traperías para conseguir los artículos ofrecidos—(usted podía ser un excelente trabajador, pero entronizar una virgen del cobre en su casa echaría por tierra sus méritos laborales)—No obstante, el socialismo seguía fortaleciéndose. La imagen de los saigoneses trepando en helicópteros y emprendiendo la huida tras la derrota, más el escándalo Watergate, evidenciaron las creencias de que el marxismo enclavaría los obstáculos hacía el futuro, y muchos cubanos eclipsados por la victoria vietnamita, más la persistente doctrina impartida en las escuelas, centros de trabajo, y CDR, se ofrecieron voluntariosamente para empuñar las armas y partir hacía Etiopía, Angola, y Nicaragua.
La revolución arribaba a los veinte años con un pueblo amoldado al encuadre totalitario, la represión apretaba las tuercas y el temor acallaba toda controversia, incluso dentro de los hogares. La jerarquía se arriostró más sólidamente al poder, y pronto consideraron su capacidad para enfrentar el desafío de convivir con su rival norteamericano—de esta manera—el gobierno cubano accedió a la propuesta del presidente Carter, de fundar simultáneamente sendas oficinas de intereses en EE UU y Cuba—y con tal correlación—pudieron ser vivificados los reencuentros familiares, sin embargo, con suma prontitud brotaron los efectos negativos del lance, puesto que el poder adquisitivo del dólar había desocupado las estanterías de las diplo-tiendas, y la “gusanera” atiborraba a sus parientes con bienes de consumo hasta ahora negados a los marxistas más acérrimos, y por consecuencia detonaron protestas en las filas del partido con ataques epistolarios que colimaban como blanco al máximo líder, a la sazón, en el teatro Karl Marx y a puertas cerradas, fue convocada una reunión con la totalidad de los dirigentes partidistas, y en ella, Fidel desenfundó sus intensiones de—“crear una fuerza opositora allá”—pero el citado objetivo, demandaba concesiones por parte de los comunistas, citando que: “Lenin retornó a Rusia en un tren alemán, y él abordó tanques manejados por batistianos para trasladarse a la Habana”, y ante sus prosélitos, destapó su intensión de sembrar fidelistas en Miami.
Una balacera amiga ocasionó la muerte de un custodio en la embajada del Perú cuando los guardianes apostados procuraban evitar la invasión de un autobús tripulado por desencantados del sistema, el gobierno ordenó levantar la guarnición—y con tal decreto—en menos de 24 horas más de 10 mil personas se apiñaron en una residencia cuya superficie apenas rebasaba la quinta parte de un terreno de football. Como respuesta, el gobierno convocó a millares de adeptos para apoyar la revolución, mediante las marchas combatientes donde se vociferó el eslogan de: — ¡”Que se vaya la escoria”!— lo cual evidenció las intensiones de levantar las compuertas a la inmigración, y con prontitud, en la bahía del Mariel comenzó a recalar una ringlera de embarcaciones procedentes de EE UU. Por ende la intencionalidad de abandonar la isla socialista fue in crescendo—y esta vez—los que desarroparon sus deseos no eran los oligarcas perjudicados por la revolución, eran hombres y mujeres integrados al sistema, y muchos habían ascendido a cargos ejecutivos mediante la chivatería y la ignominia, por tanto, la ira de los perjudicados destapó actitudes homicidas hacía los llamados “tapaditos”, y tal sentimiento, fue aprovechado por la jerarquía para detener la hemorragia de disidentes que amenazaba con diezmar la población, por tanto, fueron institucionalizados los “actos de repudio” donde multitudes electrizadas por las organizaciones políticas detuvieron la fuga masiva mediante la filosofía del “ tranqueo”. Además para desacreditar aún más la muchedumbre de desertores, vaciaron las cárceles y hospitales siquiátricos para sumarlos a la estampida.
Al mismo tiempo, a 9 mil km de las costas cubanas el pueblo soviético se desternillaba a carcajadas frente a los telerreceptores cuando su máximo líder expresaba: “Que la Unión Soviética ya transitaba hacía el socialismo avanzado”, sin embargo, los norteamericanos también sonreían con un carismático ex -actor hollywoodense que se alojaba en la Casa Blanca como presidente numero 40 de los EE UU…—Continuará—

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