lunes, 29 de marzo de 2010

Mazorra—Auschwitz


Por: Pablo Méndez

Yo aseguro—y sin temor a equivocarme—que si en algún hospital psiquiátrico de EE UU decenas de pacientes hubieran muerto de hambre, y frío por la indolencia del personal médico, su repercusión en la prensa cubana hubieran absorbido una importante tajada de los noticiarios. De igual forma sospecho que si el señor Michel Moore irrumpiera micrófono en mano en la estancia, y sus videocámaras elaboraran un minucioso reportaje sobre el acontecimiento, la cinta del laureado documentalista pronto desencadenaría debates en La Mesa Redonda, y a través de sus panelistas el régimen manifestaría su ahínco y singular propósito de desacreditar el sistema de salud norteamericano— ¡claro está!—en franca competencia con el cubano.
Sin embargo, el lamentable hecho ocurrió en Cuba. Un país caribeño, tropical, de clima exquisito, donde predomina la calidez y la radiaciones solares durante la mayor parte del año, y su valor de temperatura promedio frisa los 20 grados Celsius—¡y no solo eso!—el citado manicomio se halla a solo 15 kms al sur de la capital cubana, y tras una oleada invernal de principios de año que estiró considerables descensos de temperaturas durante más de 15 días, los vecinos de la conurbación del aeropuerto internacional emplazado en la municipalidad de Boyeros, y el residencial de Altabana vieron detenerse los alcoholes—nada más y nada menos que en la divisoria de 3 grados de la escala de sus termómetros—y por supuesto que cualquier persona forrándose con gruesa corcha, pernotando en una edificación confortable, y alimentándose óptimamente afrontaría la inclemencia invernal, y saldría ileso del lance—pero por desgracia—esta no fue la suerte corrida por las víctimas mortales del hospital psiquiátrico Julio Díaz, y por ahí van los tiros.
Según informaciones en—off record—la cifra de muertes sobrepasa las cuarenta personas, y se confirmó por parte de la fuente que la mayoría murió por inanición e hipotermia, también la pesquisa arrojó como causales: el deterioro de los ventanales de los recintos hospitalarios, cuyas reposiciones fueron excluidas de los planes de reparación por falta de recursos, del mismo modo salieron a relucir, el déficit de lencería, alimentación desastrosa—¡la barbaridad!—de que los pacientes de conducta agresiva eran higienizados con chorros de agua a temperatura ambiente, además se evidenció por medio de sus expedientes clínicos que muchos de ellos—durante más de 6 meses—no fueron examinados por galeno alguno, y conjuntamente brotó la acreditada sustracción de bienes por parte de ciertos empleados para su beneficio personal que incluyó: alimentos, vestuarios, lencería, donaciones de organizaciones caritativas, etc.—¡y por ultimo!— saltó de las gavetas una circular emitida por el Primer Vice- Presidente del Consejo de Estado José Ramón Machado Ventura, ordenando reajustes alimentarios en las instituciones del Sistema Nacional de Salud. Asimismo, el testimonio gráfico del evento es espeluznante, las fotos tomadas en la morgue muestran hasta 4 cadáveres amontonados en un solo entrepaño, el estado físico de los occisos es deplorable, sus osamentas sobresalen y al mismo tiempo delinean sus contornos con bastante exactitud; se evidencian golpeaduras, lesiones, escaras, heridas sangrantes, en sus rostros quedó plasmada la angustia de los últimos instantes— ¡en fin, sobran los comentarios!—
Según el finado doctor Viktor Frankl, sobreviviente del holocausto, y autor del libro “El hombre en busca del sentido” donde narra su experiencia como reo del campo de concentración de Auschwitz, ejemplifica en el texto: que cada prisionero recibía una ración diaria de 2 litros de sopa, y 300g de pan, y para resguardarse de las bajas temperaturas, 9 de ellos se apiñaban en un espacio vital de 2.5 metros cuadrados, movidos por el afán de subsistir, y lo hacían evocando la conocida frase de Nietzsche: “El que tiene un por qué para vivir, puede soportar cualquier cómo”. Pero el caso de los pacientes del psiquiátrico Julio Díaz (antigua Mazorra), aquejados de una de las enfermedades más cruentas que azotan a la humanidad, jamás podrían vincularse a tal razonamiento, y mucho menos, emprender un sistema de subsistencia colectiva, como expuso el doctor Frankl, aunque tal experiencia está enmarcada en la época de la barbarie fascista, cuando el Nacional-Socialismo alemán encabezado por Adolfo Hitler, se encargó de eliminar a todos aquellos seres con impedimentas físicas y mentales, además emprendió programas de esterilización en las poblaciones no actas para procrear individuos sanos.
Paradójicamente a estos acontecimientos, el régimen cubano envía misiones a países latinoamericanos que agrupados en brigadas identificadas como la Moto Méndez, y Manuela Espejo, desandan la Amazonía para realizar un pormenorizado censo de personas discapacitadas, y al mismo tiempo les brindan asistencia profesional, solidaridad, y altruismo, cuyo lance filantrópico, les sirve de envoltura publicitaria para trastrocar su auténtica máscara de violador de los derechos humanos.
Por tanto, yo, un humilde escribidor que reconoce su torpeza en el ejercicio y manejo de los eufemismos, considero que lo ocurrido en el hospital psiquiátrico Julio Díaz, obedece a un homicidio premeditado—más grave aún— fue un exterminio de seres discapacitados que no debe quedar impune.

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